¿El fin del fosfato?

El fósforo (P) es un elemento altamente reactivo, de manera que en la naturaleza nunca se encuentra libre, sino en forma de fosfatos, que a su vez forman rocas. Hasta aquí, todo bien. Podemos añadir que es un elemento esencial para la vida, tan esencial que es parte fundamental del ADN y el ARN. Esta es la parte de biología, geología y bioquímica; saltemos ahora al campo.

            Aquellos que se dedican a la agricultura y la jardinería suelen reconocer rápidamente las letras NPK. Sodio, fósforo y potasio son los tres elementos que, en diferentes proporciones, contienen la mayoría de fertilizantes. El nitrógeno, que de manera natural es fijado desde la atmósfera por las plantas leguminosas y sus bacterias asociadas, puede ser obtenido industrialmente mediante la reacción de Haber-Bosch. Aunque esta producción consume el 1% de la energía mundial, el hecho de que el 78% de la atmósfera sea nitrógeno hace que no sea un recurso limitado. Lo mismo puede decirse del potasio, que se encuentra en abundancia en la sal marina. Sin embargo, casi todo el fósforo se extrae de los fosfatos minerales y este recurso… no es ilimitado ni mucho menos. De hecho, se suele decir que el fósforo es el recurso limitante (o cuello de botella) de la agricultura y, por tanto, de la seguridad alimentaria mundial.

            Dependiendo de quién y con qué datos haga los cálculos, y teniendo en cuenta el crecimiento de población, la duración de las reservas se estima entre 50 y 125 años. Esto hasta que se agoten, pero hay que tener en cuenta un dato importante: los problemas con los recursos naturales, como muy bien podemos comprobar con el petróleo, no comienzan cuando la producción se acaba, si no cuando alcanza su pico. Imaginemos una gráfica donde se representa la producción de las minas frente al número de años. Estas gráficas suelen tener forma de campana: la producción aumenta exponencialmente hasta un punto donde comienza a declinar… también exponencialmente.

            Dado el hermetismo de las compañías privadas y los estados en lo referente a sus reservas, es difícil obtener datos fiables para calcular en que punto de esa curva nos encontramos a nivel mundial. Sin embargo, cuando en 2007 el investigador Patrick Dèry aplicó los cálculos a la isla-estado de Nauru pudo comprobar que este método, que funciona para explicar la dinámica de los yacimientos petrolíferos, se podía aplicar también a los fosfatos. Nauru es una isla cuyos dos únicos recursos económicos eran el hecho de ser un paraíso fiscal y las minas de fosfatos. La producción de las minas se agotó casi por completo en 2005, tras 90 años de explotación intensiva por parte de un consorcio anglo-australiano-neozelandés. El modelo predecía adecuadamente el pico de producción de 1973. A día de hoy, el 90% del centro de la isla es un basurero y allí no queda nada que merezca la pena ser extraído.

            Desde luego, como muchos de los problemas con los recursos naturales, éste tiene una importante vertiente de desperdicio. Los métodos actuales de conversión de mineral a fertilizante desperdician entre el 40% y el 60% del fosfato. Los agricultores de todo el mundo utilizan los fosfatos a discreción, para no quedarse cortos…total, como es barato… Gran parte de estos fosfatos acaban llegando a ríos, acuíferos y mares, provocando explosiones de algas que acaban con el oxígeno de las aguas. Los excrementos animales contienen la mayor parte de los fosfatos presentes en la comida que ingerimos… pero los arrojamos todos juntos, lejos de los campos de cultivo. La buena noticia es que podemos optimizar todos estos factores, a veces con tecnología, la mayoría de veces con un cambio de costumbres. Sólo con eso, podríamos alargar la duración de las reservas a más del doble. La mala noticia es que, hagamos lo que hagamos, las minas de fosfatos acabarán por agotarse.

            De las reservas de fosfatos que se conocen, tres cuartas partes están contaminadas por metales pesados (letales para la vida) o en localizaciones de muy difícil extracción. El 70% de las reservas está en manos de 4 países: EEUU (el mayor productor, consumidor y exportador), China, Rusia y Marruecos (que tiene casi un 45% de las reservas mundiales). Y no hay un sustituto para los fosfatos como fuente de fósforo, ya que el fósforo no es especialmente abundante y no existe en forma libre. Si a esto le sumamos que la revolución verde de los ‘ 70, que propició el aumento de población más vertiginoso de la historia de la humanidad, se basó entre otras cosas en la existencia de fertilizantes abundantes y baratos… ¿no se nos comienza a formar una imagen familiar? Ya hay gente que habla de un cambio de la economía centrada en el petróleo (su control y su consumo masivo) a una economía centrada en los fosfatos. Esto tendrá, sin duda, repercusiones geopolíticas; por ejemplo, en 2008 el precio del fosfato se quintuplicó, debido al aumento del precio del petróleo y a la demanda creciente de India y China. En 2008, los precios de los alimentos experimentaron un aumento que mandó a 100 millones de personas más a vivir en la extrema pobreza. O, por ejemplo, ¿tendrán algo que ver las minas de fosfatos del Sáhara Occidental con la imposibilidad que experimenta la ONU para convocar un referéndum sobre la autodeterminación del pueblo saharaui?

            De nuevo, este siglo nos enfrenta a una verdad que, si conseguimos madurar antes de desaparecer,  tendremos que afrontar: los recursos naturales son finitos y llevamos muchos años desperdiciándolos. ¿Cuánto tiempo podemos ignorar nuestros problemas?

Referencias

 

Energy Bulletin, 13 agosto 2007

Nature, Vol 461, 8 octubre 2009

2 Respuestas a “¿El fin del fosfato?

  1. Dos puntualizaciones… la «N» de NPK no es sodio, sino nitrógeno -el sodio es tóxico para las plantas-. Por otra parte, los fosfatos que llegan a los ríos suelen proceder más de los detergentes que de la agricultura, puesto que incluso las formas solubles (superfosfato) se convierten rápidamente en formas no-solubles (fosfato tricálcico, etc.) en el suelo.

    Además, buena parte de las aportaciones en agricultura se realizan directamente en formas no solubles dejando a la planta (y hongos asociados) la árdua tarea de solubilizarlos. Es el caso de las escorias fosfatadas de procesos industriales, p.ej. O de las harinas de hueso calcinadas, una especie de «reciclaje» del fósforo usado en agricultura.

    En realidad en muchos campos hay una cantidad de fósforo brutal, por años y años de uso excesivo del superfosfato. En plan «sólo quedará en forma asimilable el 10%, así que echo 10 veces más de lo que consume mi cultivo»… y el 90% restante queda allí quietecito, sumándose año tras año y sin apenas lixiviarse. Podrías dejar de abonar tranquilamente, y con tal de que se restituya un poco la actividad biológica del suelo (verdadero cuello de botella, más que el «fósforo total») todos esos minerales se movilizan ellos solitos y te durarían décadas.

    En suelos jóvenes de origen calcáreo en general ya hay de forma natural cantidades muy importantes de fósforo total, que simplemente no se encuentra en forma asimilable por tener un pH demasiado elevado y poca actividad microbiológica.

    En otras palabras: cambiando 4 prácticas culturales podemos estirar muy mucho la vida de las reservas de fosfatos, y reducir su consumo tal vez incluso a niveles más sostenibles… Sí, sí: sostenibles. Porque en el mar hay procesos naturales de sobras para fijar enormes cantidades de fósforo cada año. Pensemos en los arrecifes de coral y las espinas de los peces ;)

  2. cienciaxlibre

    Ostras… muchas gracias!! Ya me había olvidado de este artículo… el fallo de N=Nitrógeno es imperdonable, en que estaría yo pensando.

    Muy buena tu reflexión sobre el cambio cultural… no es el único lugar donde nos encontrarmos esta paradoja, en realidad un cambio de gestión o cambios simples de aplicación solucionarían un sinfín de problemas sociales y ecológicos.

    Muchas gracias por enriquecer este artículo… es bonito ver que después de casi 5 años sigue viviendo!

    saludos

    cienciaXlibre

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